jueves, 29 de diciembre de 2011

Jon Bilbao, Padres, hijos y primates



En verano, tardé dos días en retomar el ritmo habitual después de llegar al final del cuento “Soy dueño de este perro”, de Bajo el influjo del cometa (Ed. Salto de Página, 2010). Este es el efecto que causa Jon Bilbao (Ribadesella, Asturias, 1972) y es estupendo.

Su última novela se titula Padres, hijos y primates. Publicada también en Salto de Página, en marzo de 2011, cumple con creces esas expectativas que nos marcamos los que lo seguimos.

El protagonista de la historia es Joanes, un antiguo alumno de la Escuela de Ingenieros que parecía tener un brillante futuro por delante que no se ha cumplido (apuntemos el dato del fracaso), que se ve arrastrado a una boda en Cancún bajo la amenaza de un huracán. Los turistas deben desplazarse al interior del país y Joanes tiene que conducir por una carretera de mala muerte, donde ocurre un incidente extraño. Poco más adelante se topará con un profesor de la universidad, que ha tenido cierta importancia en el pasado del protagonista. Y hasta ahí podemos contar.

Le queda al lector por descubrir qué ocurrirá con la situación límite, en esa atmósfera inquietante, opresiva, en la que varias amenazas se ciernen sobre el protagonista (el huracán, un pasado que vuelve, el tour de force con el profesor, etc). Y sobre el lector, puesto que en los libros de Jon Bilbao no hay escapatoria posible, ni siquiera al otro lado de la página.

Otra intensa muestra de lo que es capaz de hacer este narrador, con su estilo sereno, fluido, honesto y coherente en sus tramas, en las que la tensión fluye, como un río oscuro y subterráneo que nos fascina y al que no podemos dejar de mirar.


Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (21/12/2011), pinchad aquí.

J.D. Salinger, El guardián entre el centeno



Bajo este misterioso título, se esconde un clásico de la literatura norteamericana, muy recomendable para aquellos que hayan visto esta novela solo desde el asiento de atrás, desde el mito del asesino de John Lennon o las excentricidades de su autor, J.D. Salinger (1919-2010).
Si bien es cierto que se ha escrito mucho sobre ambas cuestiones, El guardián entre el centeno es una historia sencilla y que funciona, un relato en primera persona en la que el protagonista, Holden Caulfield, nos narra cómo es expulsado del colegio y decide pasar un fin de semana “de aventura” en Nueva York, antes de volver a casa y que sus padres se enteren de su expulsión.
El joven Holden tiene algo de adolescente irónico y resentido, hostil hacia el mundo de los adultos, hacia la generación que lo precede. Quizás porque en 1951, año de la publicación de la novela, los jóvenes habían perdido el tren de la heroicidad. Un ejemplo de esos personajes que tanto nos gustan, un personaje varado, confuso en un mundo que no lo comprende, sobre el que pasa sin hacer ruido.


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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Gonzalo Calcedo, Siameses



“Mi madre entendía mucho de ahogados. Guardaba docenas de recortes de prensa sobre gente que había muerto con los pulmones encharcados y sabía qué piscinas estaban malditas y cuáles no.” De este modo comienza “Liturgia de los ahogados”, uno de los 19 cuentos de Siameses, el último libro de Gonzalo Calcedo (Palencia, 1961). Autor de una quincena de libros (todos ellos de relatos, a excepción de una novela), Gonzalo Calcedo es sin discusión uno de los mejores escritores españoles del género breve. Un escritor coherente, al margen de modas e intereses extraliterarios, que ha logrado manejar a su antojo el complejo mecanismo del cuento. Alguien de quien algunos hemos aprendido mucho y a quien tenemos mucho que agradecer.

Con sendos prólogos de otros dos maestros del género (Carlos Castán y Juan Bonilla), Siameses es la reedición de dos libros anteriores (Otras geografías, 1996, y Liturgia de los ahogados, 1997), dos de sus primeros libros de relatos. Tras la inquietante piscina de la portada, encontraremos historias cotidianas de amigos y vecinos, gente normal, parejas a la espera de un destello de ilusión milagrosa, escenas familiares donde, de pronto, algo estalla en silencio.

Gonzalo Calcedo se sirve de un buril para escribir sobre sus personajes, desdichados, encerrados de repente, extraños, súbitamente enfermos. Su prosa va enlazando frases escénicas, fotográficas, diálogos desnudos, conduciéndonos de la mano por una realidad próxima, conocida y, sin embargo, tan extraña. Quien no lo conozca, ya puede correr a leer a Calcedo. Su escritura tensa, sutil, comedida, no nos dejará indiferentes.

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Eduardo Laporte, Luz de noviembre, por la tarde



Aviso para navegantes: esta no es una lectura fácil, en la que la ficción apenas nos roce. Publicada por la editorial Demipage, la última novela de Eduardo Laporte (Pamplona, 1979) se nos presenta como un órgano abierto y bello, despiezado, en carne viva, a pesar de su estilo comedido, sutil y elegante. Porque el dolor, si está bien contado, también puede acabar brillando.

Luz de noviembre, por la tarde narra los últimos meses de la vida del padre de nuestro escritor, enfermo de cáncer, bajo la sombra de la reciente muerte de la madre, escasos meses atrás. Todo ello sucede en el año 2000 (Eduardo es un joven universitario de 21 años), aquel año tan eufórico para los demás como triste y sombrío para el autor/protagonista, que, como en un collage, en apariencia desordenado, va descubriendo y descubriéndose en las pequeñas escenas cotidianas y en las reflexiones desde el presente. Así, imitando con maestría los mecanismos de la memoria, sus zonas en penumbra, construye un iceberg de recuerdos sumergidos donde el silencio es, en ocasiones, menos ambiguo que lo que una vez se dijo.

Un libro bien escrito y que agita por dentro, que parte de la familia de Eduardo para trasladarnos a la nuestra propia, a nuestros padres, hijos, hermanos, esos grandes desconocidos con los que compartimos la existencia, acostumbrados a ellos como si siempre hubiesen estado ahí, como si siempre fuesen a estar con nosotros. Una lectura que nos raspará por dentro, como la vida, pero de la que emergeremos, a buen seguro, más lúcidos, más fuertes.


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lunes, 31 de octubre de 2011

Programa Especial: Premio Francisco Ynduráin y Segunda residencia

El pasado 26 de octubre la sección de libros del programa fue algo diferente. En esta ocasión, no recomendamos ninguna lectura, sino que, con motivo de la concesión del Premio Francisco Ynduráin de las Letras, conversamos sobre el galardón y la figura del ilustre crítico literario y profesor de Aoiz.
Asimismo, tuvimos oportunidad de hablar sobre la importancia de la lectura y ofrecimos un adelanto de lo que se podrá encontrar el lector en mi próximo libro de relatos, Segunda residencia (Tropo Editores).

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miércoles, 5 de octubre de 2011

Richard Ford, Mi madre


“No hubo en su vida nada particularmente brillante, nada notable, nada heroico. Pero de alguna manera, hizo para mí posibles mis afectos más verdaderos.” Esto es lo que escribe Richard Ford (Jackson, EEUU, 1944), quizás uno de los mejores escritores norteamericanos de la actualidad (junto con Roth, DeLillo o Updike), en Mi madre, este pequeño y delicioso libro de memorias que se lee de un tirón y cuyo poso queda largo tiempo en nuestro diario de lecturas.

Con un estilo sencillo y conciso, el autor relata con emoción la vida de su madre, Edna Atkin, desde la perspectiva de su reciente muerte. De este modo, recorreremos los primeros años de la infancia y juventud de Edna en los años de la Gran Depresión y, más adelante, la vida en familia, el matrimonio Ford, el nacimiento del pequeño Richard, la muerte del padre y el nuevo escenario que les toca compartir a la madre viuda y al hijo huérfano.

Este libro tiene muchas virtudes: su tono de fina ternura, que no rehúye los momentos tensos pero se aleja del patetismo fácil; el personaje anónimo de la madre, tan valioso en amor y entrega, aceptando el destino que la vida le ofrece; el vínculo familiar a pesar de la muerte, de las adversidades, del paso del tiempo. El autor/hijo intentará narrar la vida de la madre por entero, pero incluso en las regiones más próximas de la memoria existen lugares en penumbra, que no se iluminan del todo. El recuerdo siempre es incompleto y eso es lo que lo hace valioso, relevante, único.



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Jack London, Los mejores cuentos del Gran Norte


Jack London (San Francisco, 1876-1916) es el prototipo del escritor aventurero. Marino, pescador, contrabandista, incluso mendigo, su vida agitada y breve lo hizo desembarcar con sólo 21 años en la Alaska de finales del siglo XIX, entre promesas de oro y riquezas, en una tierra inhóspita que sólo le concedió un retorno enfermo de escorbuto y las manos llenas de historias para ser narradas.

Los ocho relatos que conforman el volumen nos envuelven en el paisaje desolador, de naturaleza implacable, de las regiones del Yukón en plena Fiebre del Oro. En sus cuentos caminamos junto a tramperos sin rostro, sin nombre, aventureros sobre trineos de perros esquimales que van a la caza de fortuna, a la conquista del último territorio virgen o que, quizás, desean ciegamente escapar. A los protagonistas, a caballo entre la heroicidad y la locura, les espera un destino incierto, una lucha por la supervivencia en un medio en el que el hombre no siempre es el elemento más poderoso.

Una lectura bella y feroz, para pasar frío, temor, hambre. Para sentir la congelación en la punta de los pies, el aullido lejano del lobo que se aproxima y la constante compañía de la muerte, como en el inolvidable cuento titulado “Encender una hoguera”.

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jueves, 16 de junio de 2011

Jean-Claude Lalumière, El frente ruso


Terminemos la temporada 2010-2011 con algo de humor, que buena falta hace, pero humor del bueno, de calidad, de ese que te hace reír a carcajadas y luego te deja una sonrisa nostálgica pegada a la boca.

El frente ruso es la última apuesta de Libros del Asteroide y la primera novela del bordelés Jean-Claude Lalumière (1970), cuya experiencia como funcionario del Ministerio de Cultura francés le ha ayudado sin duda en la fabulación de las escenas desternillantes que pueblan esta novela.

Nuestro protagonista, un joven funcionario algo torpe, algo iluso, ingresa en el Ministerio de Asuntos Exteriores tras aprobar las oposiciones. ¿Realizará sus sueños infantiles a lo Indiana Jones, de viajes y aventuras diplomáticas en países exóticos? Todo lo contrario, más bien: un golpe de mala suerte lo acabará destinando a su particular gulag, la peor sección de Ministerio, la de países en vías de creación, Europa del Este y Siberia, más conocido como “el frente ruso”.

Entre el humor francés de las películas tipo La cena de los idiotas o Bienvenidos al norte y de novelas como La conjura de los necios, el autor crea una sátira delirante y demasiado reconocible del funcionariado y del mundo alienante del trabajo y la burocracia, con especial atención a la fauna peculiar que habita estos ecosistemas de oficina (desde el jefe inepto a la secretaria amargada a punto de jubilarse). Y, sin embargo, a pesar de la carcajada, la historia va adquiriendo densidad. Al principio nos reiremos de la mala suerte del protagonista, pero después, un regusto amargo reposará en la novela, el de la diferencia entre lo que esperamos de la vida y lo que acabamos encontrando.

Muy recomendable. Una novela de humor con todos los ingredientes del género, pero que no da la espalda a la calidad literaria, con una prosa certera, aguda, engañosamente sencilla. Y otro tanto para los Asteroides.

Volveremos en septiembre con más lecturas. ¡Muchas gracias a todos y feliz verano!


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David Vann, Sukkwan Island


Una historia implacable, desencantada, dura, angustiosa y, al mismo tiempo, una novela brillante, bien escrita, de una prosa directa, desprovista de adornos. Todo esto es Sukkwan Island, la primera novela de David Vann, publicada en castellano por Ediciones Alfabia. Nacido en 1966 en Adak, una de las islas Aleutianas, en el extremo más occidental de Alaska, nuestro autor parte de una terrible experiencia autobiográfica para construir su libro: cuando era un adolescente, su padre le pidió que pasase una temporada con él en un paraje remoto de Alaska, pero David no fue y su padre se marchó solo. Al tiempo, su padre se suicidó. En esta novela, David Vann relata un “exfuturo”, lo que pudo haber sido y no fue, esa posibilidad de existencia que no llegó a desarrollarse porque nuestro autor tomó, en un momento determinado, otro camino vital.

Roy es un adolescente que viaja con su padre a una isla de Alaska, donde tienen pensado pasar un año en completa soledad, sobreviviendo como “robinsones”, afianzando una relación algo deteriorada. Aparentemente están surtidos de víveres, tienen una radio para comunicarse y llamar, una avioneta pasará cada cierto tiempo, pero a Roy le cuesta adaptarse a esa vida, en un entorno hostil en el que llueve, hace frío, en compañía de su padre, un hombre al que no conoce demasiado bien. El tiempo vuela con las tareas de la supervivencia, como cazar, pescar, hacer incursiones en el bosque, construir una cabaña para ahumar pescado, etc., pero la sensación de claustrofobia, de que algo no va bien, no tardará en manifestarse, a través de pequeños gestos, de ligeros contratiempos como la aparición de un oso, las primeras nieves o un breve extravío en el bosque.

Lo que ocurra después lo tendrá que descubrir el lector por sí mismo, pero le aseguramos que no quedará indiferente. Más allá de la anécdota que da lugar a la ficción, estamos ante una novela fuerte, que corta la respiración, y que mueve a la reflexión sobre las obligaciones de la paternidad y sobre el daño que un modelo estable puede causar en los hijos.


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lunes, 23 de mayo de 2011

Marian Womack, Memoria de la nieve


¿Quién no se ha quedado inmóvil al contemplar un paisaje nevado, al escuchar el silencio en el que la nieve sepulta a las ciudades? Sus copos no son inocentes: congelan el tiempo, acallan el bullicio, sepultan los colores en uno solo, un blanco brillante que nos hace entornar los párpados hasta casi cerrarlos.

Algo parecido ocurre en Memoria de la nieve, la primera novela de Marian Womack (Cádiz, 1975), publicada muy recientemente por Tropo Editores. Sus siete capítulos nos trasportan a siete lugares diferentes, en siete tiempos distintos, desde el Moscú Revolucionario hasta el Oxford de los años sesenta, pasando por Siberia, la sierra de Mallorca o la Antártida, el lugar donde todo es nieve. Unidos por este leitmotiv, la novela se articula como un mecanismo perfecto de narraciones circulares y personajes que aparecen y desaparecen, sin que tengamos la certeza de que sean siempre los mismos, que se van inmiscuyendo unos en las historias de otros, como muñecas rusas indisciplinadas ante la locura o la muerte.

Esta novela, intensa y desasosegante, nos habla de la soledad, de lo peligrosa que resulta la hibernación en uno mismo al dar lugar a existencias enfermas de melancolía, fantasmas o impulsos de autodestrucción. Tiene algo de cuento gótico, de atmósfera inquietante, como en el capítulo titulado Oxford, la nevasca y el museo, donde el protagonista es un archivero, cuya vida bascula entre su conducta rutinaria y dos hechos que lo vienen a sacudir, a saber, las visiones de un fantasma (su hermano pequeño muerto) y la irrupción de una extraña mujer.

Una prosa muy cuidada, en la que las palabras se transforman en imágenes, olores, resplandores níveos. Una novela para lectores que piden más, a los que no asustan las vueltas atrás en la narración ni temen hacerse preguntas. Para quienes la ausencia de respuestas incluso satisface. Las historias no siempre se cierran, el final es el comienzo. Y cómo nos gusta que nos hagan extrañar lo cotidiano, lo en apariencia inofensivo.


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Mario Benedetti, La tregua


De Martín Santomé sabemos lo que nos dicen sus entradas de diario, a veces unas pinceladas sobre su persona, sobre su familia o sobre la vida gris de la oficina. Empleado viudo con la jubilación en ciernes, tres hijos con los que mantiene una tensa y afectuosa relación al mismo tiempo, viejos amigos viejos que llegan y se marchan. Nuestro narrador se describe a sí mismo como un triste con voluntad de alegre que dice haber jugado ya todas sus cartas y estar aguardando sin esperanza el final.

Pero entonces aparece una mujer, Laura Avellaneda, una joven vital, decidida, segura, inteligente, ilusionada, y entre Martín Santomé y la melancolía se establece una tregua. ¿Será efímera o, por el contrario, ganará la partida al personaje gris y resignado de Martín?

Mario Benedetti (1920-2009) publicó La tregua en 1960. Autor prolífico, poeta y narrador, escribió más de ochenta libros. A pesar de que la trama se sitúa en Montevideo y de que, de vez en cuando, aparecen briznas de vocablos uruguayos (por lo que la edición de Cátedra, con sus estupendas notas al pie, es más que recomendable), nos cuesta poco retroceder medio siglo y coger el tranvía por las calles de la capital uruguaya.

Una novela breve, de escasas 200 páginas, un diario que se lee como se escribe, en fragmentos cortos de estilo rápido, sencillo, que nos hace reflexionar sobre la fugacidad de la existencia, sobre las vidas no vividas y las treguas que no debemos dejar de atrapar con fuerza, apretando mucho los puños.



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viernes, 8 de abril de 2011

John Cheever, Fall river


¿Qué escribe un clásico antes de llegar a serlo? ¿Cómo son los primeros pasos de uno de los mejores cuentistas de nuestra época? John Cheever (Massachussets, 1912 - Nueva York, 1982), el Chejov de los barrios residenciales, no nos es extraño. Hemos leído sus novelas, pero quizás lo recordemos más por sus cuentos. Yo no puedo separarlo de “Reunión” o de “El nadador”, del que rodaron una película en la que un Burt Lancaster bronceado y escaso de ropa recorría las piscinas de sus vecinos.

Ahora, de la mano de Tropo Editores, nos llega esta novedad, editada en 2010, una pequeña joya. Fall river es una recopilación de trece relatos de John Cheever, escritos antes de convertirse en uno de los referentes de la narrativa norteamericana, entre los años treinta y cuarenta. Hasta ahora, habían permanecido inéditos en castellano.

Lejos de personajes muy marcados, el autor se decanta por vidas cotidianas, por parejas incapacitadas para la felicidad, por hombres que pierden su empleo (el narrador de “Autobiografía de un viajante”) o familias embargadas (“De paso”). Huérfanos del sueño americano.

Y a pesar de todo, a pesar del desarraigo, de la conformidad con un destino adverso, el peso trágico está muy medido, es sutil y resulta cercano sin caer en el melodrama.

Quizás porque hasta la vida más ordinaria resulta fascinante si se mira a través de la lente de John Cheever.



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Irène Nemirovsky, El baile


Irène Nemirovsky (Kiev, 1903 – Auschwitz, 1942) escribió esta historia en 1930, cuando sólo contaba con veintisiete años, y fue un rotundo éxito. Escritora ucraniana de expresión francófona, su vida está marcada por varios éxodos que acabarían en un triste final. En 1918, su familia escapó de la Revolución Rusa, primero a Finlandia, después a París. A pesar de que se convirtió al catolicismo en 1939, las leyes antisemitas de Vichy le prohibieron publicar. Detenida y deportada, murió en Auschwitz.

En esta novela breve (menos de 100 páginas) y exacta, que funciona como la maquinaria de un reloj, entramos en el hogar de los Kampf, un matrimonio judío que, gracias a un giro inesperado de la Bolsa, se han convertido en nuevos ricos. Viven en París a comienzos del siglo XX con su hija adolescente Antoinette. Sin embargo, están demasiado preocupados en presumir y aparentar en unos ambientes sociales que no acaba de aceptarlos y Antoinette sufre la indiferencia de sus padres. Para ganarse el reconocimiento de la alta sociedad parisina, a la señora Kampf se le ocurre organizar un baile, del que excluye a su hija. Herida, Antoinette fraguará el modo de vengarse.

Un relato sobre el dolor del rechazo, la crueldad infantil, tan destructiva cuando es resultado de la falta de cariño, del paso de la adolescencia a la edad adulta. Una visión despiadada de la estupidez humana, de la necesidad de ser reconocido por los demás cualquier precio y el peligro del dinero cuando cae en manos perversas. Desde el principio, nos atrapará la lucha entre madre e hija, nos invadirá el desasosiego de que algo va a pasar. Hasta describir en qué consiste la venganza de Antoinette.


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viernes, 25 de febrero de 2011

Italo Calvino, Los amores difíciles


Italo Calvino (Cuba, 1923 – Siena, 1985) es, sin duda, uno de los pilares de la literatura italiana del siglo XX. Dejó en suspenso sus estudios de agrónomo a causa de la II Guerra Mundial y se graduó en Letras años después, con una tesis sobre Joseph Conrad. ¿Quién no recuerda sus personajes fabulosos de El vizconde demediado, El barón rampante, El caballero inexistente?

En primero de carrera, un profesor escribió su nombre en la pizarra y, de este modo, yo lo descubrí. Leí con avidez todo lo que de él caía en mis manos, sin hacer distingos entre ensayos, cuentos o novelas. Guardo buenos recuerdos de aquellas lecturas febriles, pero Los amores difíciles (1970) es el libro que mejor ha cumplido años conmigo.

Reeditado en 2009 por Siruela, recoge trece cuentos, trece historias sencillas sobre la ilusión del amor y sus trabas. Uno de mis favoritos quizás sea el titulado “La aventura de un matrimonio”, donde el obrero Arturo Massolari, trabajador nocturno, deberá convivir con la sombra diurna de su mujer, que se levanta de la cama cuando él se acuesta. O “La aventura de un viajero”, en el que se narra el incómodo recorrido en tren de un hombre enamorado, con la esperanza de encontrarse con su novia, que vive en otra ciudad.

Relaciones titubeantes que empiezan, parejas condenadas a la brevedad, a la inmediatez, a la imposibilidad. Y, sin embargo, la esencia del amor permanece, ese gozo de amar (un poco difuso a veces), de que el ser amado exista, aunque el vínculo sea fugaz o esté torpedeado por las responsabilidades, la distancia, la diferencia.



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David Gilmour, Cineclub


¿Cuántas novelas han sido llevadas al cine? Muchas. Pero, ¿y si formulásemos la pregunta al revés? Entonces, toparíamos con Cineclub, de David Gilmour (Ontario, 1949), una novela autobiográfica hecha a partir de muchas películas.

En ella, David Gilmour se narra a sí mismo y los tres años que pasó viendo películas, en su cineclub familiar, junto con su hijo Jesse, un adolescente que pierde interés por los estudios y abandona el instituto. A través de títulos clásicos y modernos, de factura europea, japonesa o americana, de directores como Hitchcock o Tarantino, padre e hijo reflexionarán sobre la técnica del lenguaje cinematográfico (los planos) o las razones por las que un personaje reacciona de una determinada manera.

A caballo entre el testimonio, el ensayo y la novela, Cineclub se ha convertido en una lectura llena de admiradores. Su autor, periodista, escritor y crítico de cine, posee un estilo sencillo y cuidado a la vez. Al principio, nos engancharán las referencias a películas clásicas que todos hemos visto ("Los cuatrocientos golpes", "Qué bello es vivir", "Ladrón de bicicletas", "Ran"…). Después, será la buena mano del novelista, las tramas, los personajes, los que nos revelarán que las películas son sólo una anécdota para contar una historia sobre padres e hijos, educación y convivencia.

Una novela solvente, de amena lectura, y un libro muy recomendado para ese amigo cinéfilo, que se ha visto todas las películas, las malas y las buenas, las antiguas y las modernas, que es capaz de recordar escenas y disfruta hablando de ellas. Pero también, una reflexión en torno a la necesidad de la presencia de los padres con su tiempo en la educación de los hijos. Casi nada.

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jueves, 27 de enero de 2011

Wallace Stegner, En lugar seguro


Esta es la historia de una amistad que acompaña la vida de dos matrimonios, los Lang (Sid y Charity) y los Morgan (Larry y Sally). Treinta años después de conocerse, se reencuentran con motivo de la enfermedad terminal de Charity. La novela transcurre en un solo día, en el que, bajo la óptica de Larry Morgan, se agolpan los recuerdos de toda una vida en común.

Una novela sobre vidas apacibles, donde no hay violencia, ni infidelidades, ni pasiones escabrosas. Donde la virtud pugna por emerger y el esfuerzo del amor mejora a los seres. Donde los personajes son generosos, vitales, alegres, a pesar de las dificultades, de la enfermedad, de la muerte, de todas esas esquirlas de la existencia que vienen a clavarse en la burbuja protectora de la familia y la amistad, esos “lugares seguros”.

Wallace Stegner (1909-1993), novelista y profesor de literatura norteamericano, escribió esta brillante y profunda novela cuando se acercaba al final de su trayecto. Ya había escrito lo que había deseado, ya había ganado todos los premios. No tenía nada más que demostrar y, sin embargo, compiló en En lugar seguro una auténtica lección de vida. Por suerte, Libros del Asteroide nos traduce la obra de Stegner, absurdamente desconocida en España hasta ahora. ¿Cómo era nuestra vida de lectores antes de que empezasen a gravitar estos magníficos cuerpos celestes?

Una lectura intensa y bella que deja poso y tiene efectos secundarios. Al terminar En lugar seguro, quedaréis temporalmente incapacitados para leer nada más. El que avisa no es traidor.


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Domingo Villar, La playa de los ahogados


Domingo Villar (Vigo, 1971) lleva dos novelas escritas, ambas policíacas, ambas situadas en su Galicia natal. Sus tramas resultan originales y bien resueltas, coherentes, claras, sin golpes de efecto artificiales. Los protagonistas no son superhombres, ni superpolis. Sus libros intrigan, pero también se disfrutan. Cuida el estilo, el equilibrio, el no dárselo todo mascado al lector. Y eso se nota. Y se agradece.

Como no podía ser de otro modo, La playa de los ahogados comienza con un cadáver, un ahogado en una playa de las Rías gallegas. Un marinero de la zona. Lo que en un principio parece un accidente, poco después se convierte en un asesinato: la víctima tenía las manos atadas y el nudo no lo pudo hacer él mismo. En el pueblo, todos parecen ocultar algo.

El inspector Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez se encargan de resolver el crimen. Si el inspector gallego es lacónico, delicado, ambiguo y silencioso, su ayudante, un aragonés destinado a la comisaría de Vigo, posee un carácter muy distinto, impetuoso, bruto, directo. El contraste entre la forma de ser de los gallegos y los maños, estereotipada en estos dos personajes, pondrá el punto de humor y relajará lo terrible del acto criminal.

Una lectura para amantes del género policíaco, con todos los ingredientes que nos gustan (un crimen misterioso, una pareja de detectives, unas pistas cuidadosamente diseminadas), pero también una novela original, de aquí, bien escrita y que se lee de un tirón.


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