viernes, 19 de noviembre de 2010

David Monteagudo, Fin


David Monteagudo es uno de esos casos raros de vocación literaria tardía y brillante, aunque sólo sea por su primera novela. A la prensa le gusta señalar que trabaja en la cadena de montaje de una fábrica de cartones, por aquello del mito de la Cenicienta proletaria que se convierte en princesa escritora. Que nadie se lleve a engaño, sea cual sea esa vida que financia dos.

Fin resulta desde el principio una novela sorprendente, extraña, atípica, diferente a lo que estamos habituados a leer. Sólo por eso, ya merece la pena. Pero es también un fresco psicológico, una novela profundamente humana e individual. Un grupo de antiguos amigos en la cuarentena se reúne tras un largo periodo de poca relación en un refugio de montaña para disfrutar de un fin de semana nostálgico. Sin embargo, nada es lo que parece. Desde el principio, aflora un turbio episodio del pasado que los une y, la primera noche, un inesperado apagón altera los planes de nuestra cuadrilla. A partir de ahí, “algo” nos amenazará, de manera cada vez más cercana y palpable.

El lector se convierte en un personaje más, quizás algo más consciente, atrapado por la prosa asfixiante de las descripciones de ese narrador más omnipotente que omnisciente, que se aleja de nosotros, que nos abandona a nuestra suerte. A toda costa desearemos escapar de la atmósfera apocalíptica, de ese miedo a pleno sol y en espacios abiertos. Sólo por eso, por un instinto de supervivencia, avanzaremos en la lectura, para huir de los galgos como si fuéramos sus presas.

Lectores fácilmente impresionables, abstenerse.


Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (17/11/2010), pinchad aquí.

Miguel Delibes, El disputado voto del señor Cayo


No es un tópico decir que Miguel Delibes nos dejó huérfanos a todos con su muerte acaecida en marzo de 2010. Con él se acabó una saga de escritores, de literatos de otra época que ya no volverá a ser la nuestra. Era el último de los grandes, de aquellos que leíamos en el instituto y, oh rareza, todavía estaba vivo. No importa que obtuviese todos los premios y que el Nobel no lo hubiese invitado nunca a bailar.

Hay frases que se recuerdan más allá de aquellas personas que las idearon. “Milana, bonita”, de Los santos inocentes. Paco Rabal también puso cara a nuestro señor Cayo en la versión cinematográfica. Publicada en 1978, El disputado voto del señor Cayo retrata un momento de la transición política de nuestra historia. Ante las inminentes elecciones, tres jóvenes militantes de un partido político no especificado viajan al corazón de la Castilla rural para conseguir votos. Recalan en un pueblo semiabandonado, en el que vive el señor Cayo, poniendo de manifiesto este leitmotiv de las historias de Delibes, la brecha entre la ciudad, el mundo urbano (con su ritmo frenético, irreflexivo) y el campo, esa realidad otra a punto de desaparecer.

Dos universos, dos tiempos, dos ritmos, dos lenguajes que utilizan el mismo código y sin embargo no se comprenden, y la mirada externa del señor Cayo que nos hace volver sobre las necesidades creadas del mundo en que vivimos.

¿Por qué ofrecer la salvación a quien no necesita ser salvado?

Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (17/11/2010), pinchad aquí.