miércoles, 26 de mayo de 2010

A. E. W. Mason, Las cuatro plumas


Atención a esta novela de aventuras con todos los ingredientes para gustar. Una mezcla de novela histórica, bélica, colonial y exótica, victoriana, romántica, de honor y de héroes, una historia del siglo XIX, de británicos de bigotitos y salacots en la cabeza.

Harry Feversham, nuestro protagonista, es un joven inglés perteneciente a una saga de grandes militares. Al día siguiente de ser licenciado como oficial y destinado a combatir en Sudán, decide renunciar a su puesto. Algo así como darse cuenta al terminar Ingeniería que lo que queríamos estudiar era Historia. Pero estamos en 1884 y el pobre Harry es tratado de cobarde. Por eso recibe una caja con cuatro plumas, de parte de sus tres compañeros y su prometida, que para colmo de males rompe el compromiso. Harry no podrá soportar esta afrenta y tendrá que redimir su falta (y reconquistar a su prometida) mediante acciones heroicas. Intentemos no preguntarnos qué pasaría hoy en día en una situación similar.

El escritor Alfred E. W. Mason vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX. Compaginó la literatura con una carrera militar exitosa, llegando a ser capitán del ejército británico durante la Primera Guerra Mundial y desarrollando labores de contraespionaje. Casi nada. Publicó Las cuatro plumas en 1902 y, sin embargo, no resulta arcaica ni difícil de leer. Tal vez no nos encontremos con unos personajes de gran hondura psicológica, pero es porque lo que de verdad importa en esta novela son los valores de lealtad, honor, amistad o superación de uno mismo.

Recomendamos la edición de Edhasa, aparecida en 2004, con letra grande y alguna ilustración muy cuidada. Se agradece.

Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (12/05/2010), pinchad aquí.

Carmen Laforet, Nada


Junto con Últimas tardes con Teresa, Nada es una de esas novelas que marcan un antes y un después en las lecturas juveniles, aquellas que leemos en el instituto, más por obligación que por otros motivos, y que nos abren la puerta a las novelas “de mayores”.

Carmen Laforet también era joven cuando la publicó: veintitrés añitos que dan miedo. Luego escribió más cosas, pero tal vez nada comparable a esta primera historia, la historia de Andrea y su primer año de universidad, que le valió el premio Nadal en 1944. Eran otros tiempos, en los que los grandes premios podían ser conquistados a veces por pequeños desconocidos.

Nada tiene mucho de Carmen Laforet y quizás esto la aparte por fortuna de las corrientes de realismo existencial de la época (Cela, Delibes). La novela se sitúa en las calles de la Barcelona de posguerra, pero ésta es una historia distinta, intimista, individual, en la que la perspectiva de Andrea lo tiñe todo. La seguimos a sus clases de la universidad, en el ambiente opresivo y oscuro de la casa familiar en la calle Aribau, junto a su amiga Ena en los barrios altos de la burguesía catalana. Y más allá.

El lector no será ajeno a las atmósferas, brillantes unas, asfixiantes otras, gracias al estilo fotográfico, sencillo, claro, con el que se nos transmite la historia. Una novela sobre la maduración y el descubrimiento de la vida, a veces tan en conflicto con las ilusiones de la juventud.

Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (12/05/2010), pinchad aquí.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Juan Gracia Armendáriz, La línea Plimsoll


¿Qué ocurre si alguien vive por debajo de su línea de flotación emocional? ¿Cómo se sale a la superficie cuando el barco de la vida está a punto de naufragar? El protagonista de esta novela pugna por superar los embates cotidianos que le ponen a prueba, ni más ni menos que los que nos pueden poner a prueba a todos nosotros a lo largo de los años. Esta es la historia de un hombre que ve cómo su vida familiar y personal, cómoda, placentera, se ve torpedeada por la muerte, la enfermedad o el desgaste del amor. Y es un libro que nos habla también de lo que ignoramos de las personas con las que vivimos (padres, hijos, pareja), pero también de lo que está agazapado en nosotros y sin embargo desconocemos.

Esta es una de esas novelas que me gustan, de ésas en las que al lector le aparece en una especie de oquedad en el centro del pecho que sólo se cauteriza con los días. En el proceso de lectura se nos antoja existencial, triste, dura, nostálgica, pero más allá surge la esperanza, la capacidad humana de salir a flote y el hecho de que esa posibilidad está dentro de todos nosotros.

Juan Gracia Armendáriz nació en Pamplona en 1965. Es profesor en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la que vive. Ha escrito cuentos, novelas, poesía. Escribe tan bien que impide que los lectores voraces y apresurados nos comamos su novela en un tiempo insultante. Hay que frenarse y degustar su estilo cadencioso, detallista. Se lee con deleite, pero exige un lector atento, participativo, que sea capaz de rellenar los huecos que la sutileza de su escritura no desvela. Un autor navarro de gran calidad que os invito desde aquí a descubrir. Como La línea Plimsoll, su escritura no os dejará indiferentes.