lunes, 19 de abril de 2010

La casa de los Malfenti











Invitación para visitar una casa muy especial. Pasillos en los que perderse, estancias de ventanas abiertas, gabinetes privados donde se lee en sillones orejeros, pero también salones atestados de escritores bulliciosos.

Hoy os traigo una recomendación diferente. En forma de revista.

Ve la luz el número de primavera de la revista literaria y cultural "La casa de los Malfenti", una publicación online, de gran calidad, variada, para disfrutar poco a poco, que no defrauda.
En ella encontraréis artículos de crítica literaria y cultural, relatos, entrevistas y mucho más.
Ah, y un artículo que lleva mi firma, sobre el personaje de El extranjero de Camus, del que hablé por aquí hace unos días.

¡Felices lecturas de lecturas!

Pincha aquí para entrar en mi habitación de La casa de los Malfenti
http://www.lacasadelosmalfenti.com

martes, 6 de abril de 2010

Fred Vargas, El hombre de los círculos azules


Imagínese el lector de este blog que un buen día comienzan a aparecer en las apacibles calles de Pamplona (o de cualquier otra ciudad) objetos en apariencia carentes de importancia, rodeados de un círculo de tiza azul. Puede tratarse de un trombón, un diccionario, una pinza de depilar, un yogur o la pata de una paloma. Al lado del círculo, una frase misteriosa: “Víctor, mala suerte, ¿qué haces fuera?”. Con seguridad nos divertiría esta excentricidad, pero para Jean-Baptiste Adamsberg, comisario del distrito 5 de París, hay algo cruel en los hallazgos, un peligro inminente, el preludio a una tragedia. Tarde o temprano los objetos de los círculos azules darán lugar a un cadáver.

Una trama original donde las haya, de la autora de novelas policíacas más de moda en Francia en la actualidad. Hay que leer a Fred Vargas, sus planteamientos originales, sus personajes elaborados, su diseminación de pistas falsas no da tregua. Escojan El hombre de los círculos azules o Huye rápido, vete lejos, para empezar. Y luego sigan por donde más les guste. Hasta que lleguen al punto final no se cansarán de pasar páginas a toda velocidad.

Fred Vargas nació en París en 1957. Experta en Historia y Arqueología, trabajó como científica en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas hasta que en 1986 empezó a escribir novelas policíacas. Y desde entonces no ha parado, con gran éxito de crítica y público.

Acaba de salir su última novela, Un lugar incierto, en Siruela. Hablaremos de ella en próximas ocasiones.

Si queréis ver el vídeo de la tercera parte de este programa (31/03/2010), pinchad aquí.

Patricia Highsmith, Extraños en un tren


Pongamos que existe el crimen perfecto. Pongamos que dos desconocidos se encuentran en un tren, comienzan una conversación anodina y confiesan que cada cual por su lado desearía deshacerse de una persona de su entorno. Saben que la proximidad les delataría demasiado pronto. Guy es un hombre elegante, con clase, de vida ordenada. Bruno es un joven, impulsivo, de aspecto descuidado. Bruno quiere ver muerto a su padre y Guy no sabe qué hacer para librarse de su esposa, que no le quiere dar el divorcio. De la cabeza atormentada de Bruno surge el plan: él matará a la mujer de Guy a cambio de que Guy elimine a su propio padre. Como son dos desconocidos, nadie dará con ellos, la policía no encontrará el móvil ni el rastro que los inculpe.

La autora publicó esta novela en 1950, cuando contaba con unos sorprendentes 29 años. Un año después, Alfred Hitchcock la adapta al cine, siendo Raymond Chandler el guionista. La versión cinematográfica no guarda con el libro más que el planteamiento, pero hay que verla porque es una gran película, a pesar de que los buenos se mantienen buenos y los malos son castigados. Estamos en el cine de los cincuenta, un poco de consideración.

Patricia Highsmith tuvo una vida excéntrica y solitaria. De su Texas natal se trasladó a Europa en los años 60 y murió en Suiza en 1995. Sus tramas eran demasiado osadas para la época, los ambientes demasiado claustrofóbicos y el bien no siempre triunfaba sobre el mal. Tampoco hay policías heroicos, otro trazo que la separa de la novela policíaca arquetípica. Leyendo su obra, el lector experimentará un placer teñido de escalofrío. Las fronteras morales por las que se rigen sus personajes no están claras, pero ella los pone en primer plano, somos capaces casi de palpar las psicopatías que los atormentan. Pensemos en el protagonista de El talento de Mr Ripley, un estafador que suplanta la personalidad de aquellos a quienes asesina. Casi nada.

Ah, y también engancha. Una gran lectura.

Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (31/03/2010), pinchad aquí.

La novela policíaca, una introducción


La novela policíaca es como esos conjuntos matemáticos que nos enseñaban en el colegio, con subconjuntos redonditos que llevan la etiqueta de novela negra, novela de enigmas, novela de espionaje, cómic negro, novela gráfica negra, thriller, etc…

Si lo reducimos a su DNI, la novela policíaca sería el género narrativo cuya trama se basa en la resolución de un misterio (con “fiambre” o “fiambres” de por medio) y un protagonista que suele ser un policía o un detective, un sabueso que sigue las pistas hasta desenmascarar al culpable, muchas veces recurrente en otros libros del mismo autor.

Dicen que la primera historia de este género es Los crímenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe, esa obra tan curiosa en la que al final el malo es un mono y cuya conclusión siempre me ha resultado algo decepcionante, no sé, tengo que confesarlo. Luego vino Sherlock Holmes, el de verdad, el atormentado y adicto al opio, el que asiste a un concierto de Pablo Sarasate en la historia titulada La liga de los pelirrojos, que me disculpen el salto terruñero. Y qué decir de Agatha Christie, con ese belga tan gabacho de Hércules Poirot y Miss Marple, a la que yo siempre me imagino regando unas hortensias azuladas y perfectas.

Esto es lo que se llama la escuela británica. Estas novelas recrean ambientes de la alta sociedad, los crímenes son refinados (el veneno en la tacita de té) y no dan miedo, ni asco, ni sentimos pena por las víctimas. Las matan para que sigamos las pistas, para que juguemos al sudoku de la lógica.

El género evolucionará a formas narrativas más complejas y surgirá en Estados Unidos el subgénero de la novela negra. Pensemos en Raymond Chandler y Dashiell Hammett. El telón de fondo de los crímenes será sórdido, de los bajos fondos, y el héroe cínico, desencantado, tendrá que hacer frente en soledad al criminal, pero también al poder corrupto. Es Philip Marlowe, o su alterego Humphrey Bogart, en El halcón maltés, en El sueño eterno.

A día de hoy, el género se ha convertido en un gran espacio abierto donde cabe casi de todo. Es difícil encontrar libros puros, en los que sólo haya novela de enigmas o novela de detectives o novela negra, y muchos de las obras que no se encuadran en esta categoría se sirven de ingredientes del género. Lo cierto es que si hubo una época entre los años 60 y los 80 en los que la novela policíaca en toda su extensión experimentó una cierta crisis, en nuestros días vuelve con fuerza. Pásense por una librería y encontrarán sin duda una sección dedicada a este género.

Porque en la ficción, un buen crimen de vez en cuando sienta muy bien.

Elemental, mis queridos amigos.

Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (31/03/2010), pinchad aquí.

Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa


Si tuviera que elegir una novela de Marsé, me quedaría con ésta. Las razones son por completo sentimentales y poco fundadas: la leí por primera vez cuando tenía quince o dieciséis años, a caballo entre los libros juveniles y las novelas para adultos y guardo un recuerdo cálido de ella. Más tarde la he vuelto a leer y me ha gustado, de maneras diferentes con la edad, pero siempre he conservado de su lectura ese ambiente mediterráneo, el sol de Barcelona, de las tardes en la playa que pasan Teresa y el Pijoaparte.

A Juan Marsé le concedieron el Premio Cervantes en 2009, el mayor galardón de las letras castellanas, pero lo conocemos porque ha escrito muchas novelas, como Ronda de Guinardó, El amante bilingüe o Rabos de lagartija. Tengo que confesar que algunas las confundo entre sí, pero Últimas tardes con Teresa es la única que flota con claridad en mi mente.

Publicada en 1966, la historia nos cuenta la relación entre dos personajes de distinta condición. Teresa es una muchacha burguesa, idealista, una niña bien, rebelde e ingenua. Manolo, el Pijoaparte, es un joven atractivo, barriobajero, que se dedica a la pequeña delincuencia y aspira al ascenso social. El lector es testigo de los contrastes sociales y de las distintas ansias vitales, carencias, hipocresías, caprichos de unos y otros, en la Barcelona de los años cincuenta, que se alza como un personaje más.

Recomendamos esta historia de romanticismo urbano, como se ha definido en alguna parte, de fácil lectura, bien escrita, para descubrir a Marsé. Una y otra vez.

Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (03/03/2010), pinchad aquí.

Paul Auster, Invisible


Con los libros de Paul Auster me sucede una cosa curiosa: me gustan mientras los estoy leyendo, pero en cuanto termino se esfuman de mi mente y guardo un poso muy ligero de ellos. Hay que reconocer que tiene una fórmula mágica que le funciona, unas constantes vitales en las novelas recientes (la Trilogía de Nueva York es, en mi opinión, otra cosa) que maneja con habilidad, pero sin ocultar los hilos que las unen. No existe sospecha ni pudor en el hecho de que los personajes se parezcan de unas historias a otras.

Paul Auster es un best seller en nuestro país desde que lo vimos paseando por Oviedo, como si estuviese entre la 57 y Broadway. En 2006 le concedieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Tiene 62 años y una mirada turbia. No nos resulta difícil imaginarnos cómo vivía y cómo leía en ese petrolero que cruzaba el Golfo de México, en el que se enroló con 23 años.

Invisible comienza con una escena intrascendente, al menos en apariencia. Adam Walker, universitario de Nueva York, conoce en una fiesta a un excéntrico profesor, Rudolf Born. Entre ellos surge una extraña amistad y el profesor se ofrece a financiar una revista literaria que el joven gestionará. ¿Acaso un caramelo envenenado?

Me perdonarán que no pueda contar nada más de la trama, pero garantizo que se pone interesante y no hay quien deje el libro quieto hasta el final. Los temas recurrentes en Paul Auster están aquí también: el escritor, el proceso de escritura, los libros, los límites borrosos y borrados entre ficción y realidad, las sinestesias entre géneros artísticos, etc. De manera notable, el autor juega con los géneros (a veces estamos leyendo una novela de intriga, ¿o será un diario?, ¿quizás una autobiogafía?), las personas y los puntos de vista narrativos también se dan el relevo y los personajes se desmienten entre ellos.

Al final, nos acabamos preguntando si hay algo de cierto en eso que hemos leído. Lo lamento por quienes no aguanten el peso de esta duda. Para mí, es todo un placer.

Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (03/03/2010), pinchad aquí.

Miguel Hernández, Antología


Este año 2010 se conmemora el nacimiento del poeta alicantino Miguel Hernández. Como buena parte de las cosas que estudiamos en el colegio, recordamos su vida y su obra poco y mal y sentimos una especie de recelo atávico a volver sobre aquellos pasos. Cavafis o Éluard son dignos de ser descubiertos, dignos de que nos maravillen, pero me pregunto qué nos habría pasado de haberlos tenido en el temario del instituto.

Este centenario es una gran excusa para leer con ojos renovados a Miguel Hernández, nexo indiscutible, a pesar de su vida truncada, entre la Generación del 27 y los poetas de posguerra.

Han querido los críticos, con su afán kantiano, clasificar la poesía del de Orihuela en tres etapas: una ultraísta y gongorina, la segunda íntima y garcilasiana y la tercera, social. Yo me quedo con El rayo que no cesa (1936), esos veintisiete sonetos de corte clásico, sobre la frustración del amor. Muchos nos sonarán en su lectura. Son sencillos, visuales, sensoriales y profundamente significativos, como el que comienza así: “Me tiraste un limón, y tan amargo”.

Bajo una aparente sencillez, sus poemas rezuman sinceridad, a través de un lenguaje muy visual, audaz en metáforas, que resulta cercano al tomar elementos del romancero.

Dicen que al final de su vida, la poesía de Miguel Hernández se decantó hacia lo social, transitó del yo al nosotros. Las angustias del poeta se identifican con las de todos los hombres, la poesía nace del pueblo y es el poeta quien convierte la voz del pueblo en materia poética, para más tarde devolvérsela al pueblo. De ahí los versos siguientes: “Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran,/ me esparcen el corazón,/ me aventan la garganta.”

Si queréis ver el vídeo de este programa (17/02/2010), pinchad aquí.

Alice Munro, El amor de una mujer generosa


Me gusta Alice Murno. Me gusta tanto que puedo estar leyendo sus cuentos, uno tras otro, hasta ponerme enferma de sus historias, hasta que me parecen todos el mismo relato y entonces tengo que dejarla por un tiempo y pasar a otra cosa. Es como un pequeño empacho placentero. Luego, durante unos días, cuando me pongo a escribir, sólo se me ocurren historias de familias canadienses, pasando las vacaciones en Wasaga Beach o viviendo en un piso de alquiler en la parte oeste de Vancouver. No lo puedo evitar. Efectos secundarios.

El amor de una mujer generosa es su último volumen de cuentos aparecido en español, publicado por RBA en 2009. Ocho cuentos, ocho relatos extraños, con extensión de novela corta y apariencia de auténticas novelas por la complejidad de sus tramas y la profundidad de sus personajes. Sus protagonistas son siempre mujeres, pero no hay en ellas nada de ese tufo doctrinal a costa de la condición femenina.

El relato que da título a este volumen gira en torno a una muerte misteriosa que se va desvelando poco a poco, a partir de la vida de los muchachos que descubren el cadáver y de una mujer por completo ajena a la historia. El conflicto, lo oculto, sale a flote, pero nunca se cierra por completo. Contraindicado para los enemigos de los finales abiertos.

Cierro la recomendación de hoy con una frase de Alice Munro, que es para mi escritura una máxima: “Una idea sólo me interesa si tiene alguna complejidad moral, si tiene varias aristas.”

Si queréis ver el vídeo de este programa (17/02/2010), pinchad aquí.

Atiq Rahimi, La piedra de la paciencia


Hay una creencia persa que habla de una piedra mágica a la que podemos contarle nuestras penas, desgracias, sufrimientos y miserias, a la que podemos confiar aquello que callamos, aquello que no podemos contar a nadie más. La piedra nos escucha y absorberá nuestras palabras, todos esos secretos, hasta el día en que por fin explote. Ese día quedaremos liberados.

Con un lenguaje poético, de frases cortas, Atiq Rahimi nos cuenta la historia de una mujer que cuida a un hombre tendido en un colchón, en estado vegetativo, en la cocina de una casa. La mujer le reza, le atiende, le habla, se confiesa, le reprocha, como si se tratase de esa piedra con poderes extraordinarios.

En la escritura de esta novela hay un ritmo marcado, punzante, el de la presencia en sordina de la guerra y la impotencia de los que amanecen un día entre dos fuegos. Una atmósfera asfixiante pulsada por las gotas del gotero, la respiración agónica del cuerpo, una ráfaga de balas que se escuchan a lo lejos, para dar voz a esas voces femeninas, sepultadas desde hace miles de años.

Una novela muy breve, escasas 120 páginas, para pintar con trazos incompletos algo de lo que se ha hablado muchas veces en la literatura: la sinrazón de las guerras, el fanatismo, la violencia y la opresión de las mujeres.

Esta obra consiguió el Premio Goncourt en 2008, el máximo galardón de las letras francesas.

Si queréis ver el vídeo de este programa (03/02/2010), pinchad aquí.

Manuel Mújica Láinez, El escarabajo


Manuel Mújica Láinez lo tuvo difícil. Perteneció a la generación por excelencia de escritores argentinos, la de los Borges, Cortázares, Sábatos y Arlts, y para colmo, se decidió a seguir un camino propio, el camino fluido y culto, de sabor arcaico y preciosista, de sus novelas históricas.

Tardó cuatro años en escribir esta obra de unas 600 páginas, en la que el protagonista y narrador de la historia es una joya con forma de escarabajo, un anillo egipcio de lapislázuli. El escarabajo nos contará su historia y la de sus poseedores, esas historias con minúscula que son el reflejo punteado de la Gran Historia con mayúsculas. El viaje comenzará en el Antiguo Egipto y recorreremos tres mil años de Historia, desde la Atenas de Aristófanes al asesinato de Julio César, estaremos en Roncesvalles con Roldán y en la mítica isla de Avalon, con Miguel Ángel en Florencia y cerca de Proust en el París de la Bohemia, hasta dormir largo tiempo en el fondo del Egeo y caer en manos de una millonaria estadounidense.

Estamos ante una gran obra, de grandes personajes (¿quién, si no, podría poseer una joya de ese valor?) en momentos de la Historia decisivos, con un enorme trabajo de documentación en bastidores. Pero no sólo de conocimientos se sustentan las obras que pretenden ser literarias. No nos engañemos: estamos ante un gran novelista, ante un entramado narrativo sólido. No en vano se cumple en Mújica Láinez la máxima de Aristóteles: “Enseñar deleitando”.

Existe una cierta densidad en su lectura, no lo voy a ocultar. Las descripciones son minuciosas, como corresponde al carácter del autor, y rehuye la palabra demasiado común, en favor de la palabra exacta. Pero, si a alguien le sirve, yo lo leí durante unas vacaciones, bajo el calor de una playa gaditana.

Y era julio.

Si queréis ver el vídeo de este programa (03/02/2010), pinchad aquí.

Hiromi Kawakami, El cielo es azul, la tierra blanca


Resulta necesario, más a menudo de lo que lo hacemos, girar nuestra cabeza occidental hacia el este. Soy la primera que peco de americanitis cuando se trata de libros de cuentos, o de francesidad exacerbada por deformación profesional. Por eso, leer una novela como El cielo es azul, la tierra blanca, resulta refrescante, no sé si tanto como un helado de té verde bajo los cerezos en flor, pero se tiene que parecer bastante.

Hiromi Kawakami es una escritora nacida en Tokio en 1958. Aquí sabemos poco de ella, lo que se limitan a señalar en la aleta de la editorial Acantilado, que ha publicado su novela en 2009. Fue profesora de Biología hasta que apareció su primera novela y es una de las escritoras japonesas más leídas en su país.

La historia gira en torno a dos personajes. Tsukiko es una mujer que roza los cuarenta, solitaria, sin suerte para las relaciones y el amor, según ella misma. “El Maestro”, llamado así por Tsukiko, es su antiguo profesor de japonés del instituto, un hombre mayor, sabio, solitario, que ha sido abandonado por su mujer. Ambos se encuentran de manera fortuita en una taberna, escogen la misma comida, beben sake frío o caliente según la estación del año y conversan, comparten momentos, se acercan, se alejan.

Todo el libro está envuelto en ese ambiente de haiku que ya nos anuncia el título. Una prosa sencilla, nada rebuscada, fácil de leer y al mismo tiempo, de una hondura poética, de una sutileza difíciles de encontrar. La novela está sembrada de elementos sensoriales (sonidos, colores, olores...), con especial detalle a lo que comen y beben los personajes, pero también a los delicados cambios naturales y las estaciones (lluvia, árboles, animales, setas, flores).

Una buena historia, en resumen, centrada, equilibrada, de relaciones verosímiles. En Japón, eso sí, otra cultura que, a pesar del sashimi de atún, el futón y el kimono, no nos resulta ni extraña ni alejada, puesto que permite la identificación, la empatía.

Esta novela me ha recordado a la película japonesa Despedidas. Tal vez alguien la haya visto y coincida conmigo en ese algo pequeño y delicado que ambas historias comparten. Un algo triste y bello que no decepciona. ¿Por qué será?

Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (13/01/2010), pinchad aquí.

Albert Camus, El extranjero


Todos tenemos nuestro mapa, nuestro cuaderno de bitácora, en el que las lecturas se anclan a un espacio y a un tiempo concretos, que las definen, las fijan, las interpretan. Leí por primera vez El extranjero en primero de carrera y creo que me enteré de bastante poco, pero todas han sido después un eco de esa primera.

En 2010 se cumple medio siglo de la muerte de Albert Camus en accidente de tráfico. Tenía 47 años, estaba enfermo de tuberculosis, había ganado hacía tres el Nobel de Literatura, era ya una figura de referencia entre las corrientes nihilistas, al mismo tiempo que luchaba a favor de la fraternidad humana (¿quién no se acuerda del médico protagonista de La peste?). Había escrito de todo: novelas, ensayos, piezas de teatro.

El extranjero es Meursault, su protagonista, una persona apática, indiferente a la realidad por lo que ésta tiene de absurda e inabordable. En la primera parte de la novela, asistimos a la muerte y entierro de su madre. Conversa con Marie, su novia, y comete un absurdo crimen carente de motivación: mata a un árabe en una playa. En la segunda parte, seremos testigos del juicio y los interrogatorios. A pesar de sentirse inocente, y de que el lector lo sienta como tal, jamás se manifestará en contra de su ajusticiamiento. Todo es imparcialidad adolescente en Meursault, todo es “no sé” o “me da igual”. Un leve encogimiento de hombros.

Se ha dicho de esta obra que es una premonición del hombre posmoderno, del personaje perdido y sin valores, insensible, como los de Carver, Capote o Hemingway, pero si nos gusta es porque nos plantea preguntas sobre la identidad y las motivaciones del ser humano, porque plantea reflexiones al lector, que éste no puede obviar. Y al mismo tiempo, resulta muy fácil de leer, con su estilo de frases cortas, el tono frío, neutro, sin implicación del autor, sin descripciones recargadas. Yo me quedo con la empatía compleja que plantea: al leerlo, no podemos identificarnos con Meursault (¿por qué no siente pena por su madre, por qué no quiere a Marie, por qué mata al árabe, por qué no se rebela en el juicio?), pero al mismo tiempo no podemos dejar de sentir curiosidad por descubrir los orígenes de su comportamiento.

Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (13/01/2010), pinchad aquí.

Michael Ende, Momo


Momo es una niña corriente y especial, como todos los niños, a la que le gusta inventarse juegos con sus amigos y escuchar a los adultos. Esta atmósfera placentera se rompe con la llegada a la ciudad de unos extraños individuos, los Hombres Grises, que infunden en los adultos la idea de ahorrar tiempo, suprimiendo todas esas actividades “superfluas”, como conversar con los amigos, cuidar a la familia, jugar con los niños, leer o escuchar música. Poco a poco, la vida en la ciudad se vuelve monótona y triste. Cuánto más tiempo ahorran los adultos, más infelices se vuelven. Sólo Momo, nuestra heroína, será capaz de dar la vuelta a los planes de los Hombres Grises, con la ayuda del Maestro Hora y la tortuga Casiopea.

Con lo que hemos contado de la trama, no nos extrañará que Michael Ende provenga de una familia de artistas. Hijo de un pintor surrealista, adquirió fama universal con Momo (1973) y La historia interminable (1979), dos libros de fantasía que fueron llevados al cine.

Momo es el segundo de los libros que recomendamos para los lectores más jóvenes, en este caso para niños a partir de 12 años. Es un libro que se lee muy fácil, es ameno y entretenido, sobre todo a partir de la entrada en escena de los Hombres Grises. Pero no nos engañemos, se trata de un libro para que los adultos especialmente lo lean. Lo que hay detrás de este cuento es una crítica al consumismo, al trabajar para gastar, a este mundo en el que sólo lo contable, sólo lo que cuesta dinero, importa. La moraleja dice que, en realidad, lo que nos hace felices es siempre gratis: el amor, la amistad, la imaginación, el jugar con los niños, la música, el arte, la vertiente espiritual del ser humano.
Disfrutemos, por tanto, del tiempo y de la vida sin prisas. A leer.

Esta recomendación está dedicada a Ana, una niña corriente y especial, como todas las niñas...

Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (02/12/2009), pinchad aquí.

Sempé y Goscinny, El pequeño Nicolás


Como se acercaba la Navidad, me pidieron que llevase al programa dos lecturas para los más jóvenes. Me acordé de El pequeño Nicolás, recomendado para niños a partir de 10 años.

Sempé dibujaba y Goscinny inventaba las historias. Era el momento de Astérix y Luky Luke. Goscinny empezó también como dibujante, pero luego se decantó por los guiones. Fue un escritor fecundo e incansable, tenía un aspecto sonriente, de buena persona. Murió demasiado pronto, recién estrenada la cincuentena. Sempé sigue, hoy en día, dibujando en su buhardilla de París. El pequeño Nicolás se ha hecho mayor.

Las historias de Nicolás se publicaban de manera periódica en revistas, hasta que surgió esta recopilación a la que luego seguirían otras con los mismos personajes (Los recreos del pequeño Nicolás, Las vacaciones del pequeño Nicolás, Los amiguetes del pequeño Nicolás). Se trata de pequeñas anécdotas, cuentos cortos, episodios de la vida de este chico y sus compañeros de clase, como el día de la entrega de notas o cuando juegan al fútbol y hacen equipos. Tal vez todavía nos acordemos de alguno de sus nombres: Agnan, Alcestes, Clotario, Eudes, Godofredo...

Nos gusta por su sencillez, porque nos recuerda a un tiempo en que los niños no necesitaban más que un balón para jugar y en el que el peor de los castigos era quedarse sin postre. Y ese tiempo es anterior a la invasión de lo políticamente correcto: los niños juegan a indios y vaqueros y los indios son, por descontado, los malos. Incluso en un capítulo, no se lo van a creer, ¡Nicolás y un amigo se fuman un puro robado a un padre! Sí, sí, a ver quién es el listo que pone ahora un cigarrillo en la boca de Hannah Montana.

Parece mentira que este libro sea de 1960. Cuántas cosas han cambiado y cuántas otras permanecen intactas. Feliz lectura, para grandes y pequeños.