lunes, 29 de marzo de 2010

Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano


Si alguna vez tuviese que ser un emperador romano, yo quiero ser Adriano, pero no el Adriano histórico, sino el Adriano novelado de Marguerite Yourcenar, ese personaje contrapuesto entre su faceta de emperador, de hombre de Estado, y su lado más individual, íntimo, con sus ambigüedades, sus reacciones violentas ante la disolución, que él intuye próxima, del mundo en que vive.

A mí me gusta ponerles cara a mis personajes y a los autores que leo. Marguerite Yourcenar nació en Bruselas en 1903. Recibió una educación esmeradísima y estrictamente privada. Su padre le enseñó latín a los diez años y griego clásico a los doce. También le inculcó el amor por los viajes, la pequeña Marguerite le acompañaba en todos ellos. Con este debut, sólo podía ser especialista en cultura clásica y esa calidad, ese rigor, emerge en su obra.

Memorias de Adriano se publicó en 1951 y podemos leer la espléndida traducción al español de Cortázar. La obra reconstruye en primera persona la vida del más ilustre de los emperadores, profundamente helenizado y conocedor de la tradición oriental, libre y solitario, sensible y culto.

Se habla de muchos temas en este libro, como la angustia de la muerte y la voluntad de vivir con consciencia, el perfeccionamiento interior constante en tanto que deber vital, y se hace a través de una prosa con aliento poético, insólita en su refinamiento y su hondura. Sin embargo, esto no debe echar para atrás a los lectores principiantes o esporádicos: la novela compagina la excelencia estética con el haber sido traducida a muchísimos idiomas, en las más variadas ediciones. O sea, que gusta, que engancha.

Hay citas del libro como para llenar un cuaderno, pero una resume como nada el espíritu del emperador agonizante y la filosofía de vida serena y estoica de la que deberíamos tomar buena nota: “Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos”.

A través de esta vida, de la antigüedad clásica y sus códigos, ¿acaso no podremos hallar las claves de las tragedias contemporáneas?

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