A pesar de su nombre y de su aspecto, Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) es un autor profundamente británico. Con seis años se trasladó a Londres, donde vive en la actualidad, y recibió una educación por completo inglesa. En su haber está la maravillosa novela Los restos del día, cuya adaptación al cine, con Emma Thompson y Anthony Hopkins, es más que recomendable.
En Nocturnos, aparecido en Anagrama en 2010, encontramos, como dice su subtítulo, cinco historias de música y crepúsculo, entendido como crepuscular el tono, de fracaso generalizado, de confrontación de las promesas de juventud con los desengaños que va alimentando el tiempo. Estamos, por tanto, ante un libro de relatos, de esa longitud tan querida por los autores anglosajones, cuentos de cuarenta a cincuenta páginas al estilo de Alice Munro, que se leen como variaciones musicales de un mismo tema. Como nexo común, la música y los músicos: un músico callejero en Venecia, un saxofonista en una clínica de cirugía plástica, un violonchelista que conoce a una extraña mujer, dispuesta a darle consejos para mejorar su técnica, entre otros. Todos ellos intentando emerger de un mar de dudas, hacia un futuro (o un pasado) mejor, más exitoso, más feliz, en suma. Y, sin pretenderlo, resultando en ocasiones ridículos, como solo el ser humano puede serlo.
Finales abiertos y ambiguos, con ese punto de desasosiego que nos gusta, sin catarsis, en una escritura de la sutilidad, de la insinuación y del esbozo. Y algo a lo que, quizás, no estamos muy acostumbrados: escenas humorísticas, de corte sarcástico, para darle el toque british al asunto...
Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (18/01/2012), pinchad aquí.
En Nocturnos, aparecido en Anagrama en 2010, encontramos, como dice su subtítulo, cinco historias de música y crepúsculo, entendido como crepuscular el tono, de fracaso generalizado, de confrontación de las promesas de juventud con los desengaños que va alimentando el tiempo. Estamos, por tanto, ante un libro de relatos, de esa longitud tan querida por los autores anglosajones, cuentos de cuarenta a cincuenta páginas al estilo de Alice Munro, que se leen como variaciones musicales de un mismo tema. Como nexo común, la música y los músicos: un músico callejero en Venecia, un saxofonista en una clínica de cirugía plástica, un violonchelista que conoce a una extraña mujer, dispuesta a darle consejos para mejorar su técnica, entre otros. Todos ellos intentando emerger de un mar de dudas, hacia un futuro (o un pasado) mejor, más exitoso, más feliz, en suma. Y, sin pretenderlo, resultando en ocasiones ridículos, como solo el ser humano puede serlo.
Finales abiertos y ambiguos, con ese punto de desasosiego que nos gusta, sin catarsis, en una escritura de la sutilidad, de la insinuación y del esbozo. Y algo a lo que, quizás, no estamos muy acostumbrados: escenas humorísticas, de corte sarcástico, para darle el toque british al asunto...
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