jueves, 28 de octubre de 2010

Ignacio Martínez de Pisón, Aeropuerto de Funchal



Iré al grano. Hay un antes y un después de “Siempre hay un perro al acecho”, al menos en la vida de cualquier apasionado lector (y escritor) de cuentos. Un relato técnicamente muy bien estructurado, angustioso, en el que el lector acompaña al padre atormentado que no quiere ver la tragedia que lo señala culpable. (Espero que no entendáis esta frase, esa es la idea, y os pique la curiosidad de acercaros a este cuento.) Os dejo aquí la crítica que le dedicó Constantino Bértolo, editor de Caballo de Troya, en Revista de Libros. Pero mejor la leéis después del cuento, eh.

No hay excusa para no leer a Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) si nos gusta Carver, Wolf, Lispector, Calcedo, puesto que su escritura está a la altura de los grandes. La antología titulada Aeropuerto de Funchal recoge sólo ocho relatos, ocho flores bellas y envenenadas que han aguantado sin marchitarse el paso del tiempo y la mirada crítica del autor. Sus cuentos recuerdan a la sutileza de Chejov, de Cheever, a las relaciones familiares turbulentas de Alice Munro.

Situaciones que exploran la naturaleza humana, sus luces y sombras, la crueldad pura y gratuita (“El filo de unos ojos”), la necesidad de expiación de un acto sórdido del pasado, que nos persigue en el presente (“Los nocturnos”), el miedo natural de los padres a ver morir a sus hijos, rompiendo así la ley natural (“Siempre hay un perro al acecho”).

Cito sólo mis favoritos, pero hay más. Todos cuentos envolventes, cuya atmósfera nos atrapa y de la que sólo salimos con esfuerzo, horas o incluso días después de haber alcanzado el punto final del cuento. Esta es la maestría de Martínez de Pisón. Que nadie espere volver intacto.


Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (27/10/2010), pinchad aquí.

A. J. Cronin, La ciudadela



Rescatando clásicos de la literatura, topé con esta novela recomendada de forma insistente por personas cercanas. He de confesar que no me apetecía leerla al principio y he de confesar también que me atrapó su trama, su corte elegante, como el de un abrigo británico, recto, sobrio, solvente. De vez en cuando viene bien dejar de experimentar y leer una novela tradicional sobre la condición humana, el bien y el mal, el pecado y la necesidad de redención. Sin artificiosidades, por favor.

En La ciudadela, cumplimos años con Andrew, el médico protagonista, se nos llenan los pulmones del oxígeno espeso y sucio de la mina y, más adelante, nos horrorizamos con los abusos de una parte de la clase médica, con la cosificación del paciente. Al crear este personaje, Archibald Joseph Cronin (1896 – 1981), médico y novelista de origen escocés, escribió sobre él mismo, sobre su juventud como profesional de la medicina en las zonas mineras de Gales, a comienzos del siglo XX, sobre la miseria de los pobres y los ideales arrolladores de la juventud. Pero también escribió sobre los riesgos del ascenso social y económico, a saber, los efluvios perniciosos del dinero ganado como consecuencia del sacrificio de dos o tres principios hipocráticos.

Una recomendación especial para médicos dolientes de una crisis de fe en su día a día. Les despertará lo duro y lo bello de su profesión. Y a los demás, pacientes todos, nos contará una historia bien escrita, conmovedora y atemporal, una historia que merece ser leída.



Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (27/10/2010), pinchad aquí.

viernes, 15 de octubre de 2010

La casa de los Malfenti nº 36










De nuevo os invito a daros una vuelta por el número de otoño (número 36 ya) de La casa de los Malfenti, revista literaria y cultural online. En ella encontraréis muchas colaboraciones interesantes y un pequeño relato de esta humilde recomendadora de libros.

Gracias a Belén, Juanma y Roberto, estupendos anfitriones.

Pinchad aquí para entrar en mi habitación de La casa de los Malfenti

Pero no os quedéis en la puerta. Pasad también al resto de las estancias http://www.lacasadelosmalfenti.com

viernes, 8 de octubre de 2010

Stef Penney, La ternura de los lobos



Un pueblo perdido al noreste de Canadá en el siglo XIX a comienzos del invierno. Un trampero que aparece muerto de manera violenta y, al mismo tiempo, un adolescente que desaparece. Sobre el joven recaen todas las sospechas y todas las intrigas, mientras afluyen al pueblo una serie de personajes atraídos por el crimen (investigadores de la compañía comercial de pieles, un periodista cuyos días de gloria pasaron, cazadores, indios, rastreadores…). Pero la madre del muchacho se resiste a creer que su hijo es un asesino y sale en su busca, por entre los lagos helados, para dar con él antes de que lo hagan los investigadores o los lobos.

Dice Stef Penney, escritora escocesa, que se le fue la mano y escribió una novela de 450 páginas cuando se disponía a elaborar un breve guión. Sorprende, por su dominio de la estructura y de la introspección psicológica, que sea esta su primera novela. Ya un éxito de ventas, la película está en camino. Una pena no poder contratar a John Ford. Le pega.

Lo mejor de La ternura de los lobos es que se nutre de muchos géneros y, por eso mismo, satisfará a lectores de paladares diversos: novela policiaca (el asesinato y su resolución), novela exótica y hasta histórica (los pioneros del Canadá del siglo XIX), novela de aventuras, novela de frontera a lo “último mohicano” entre un mundo que acaba (el de los indios nativos) y un mundo que comienza, etc.

Y qué decir de ese personaje más que es el frío, omnipresente en la novela, en las blancas coníferas, los remolinos de ventiscas, el comienzo de la tormenta o la congelación en la punta de los dedos. Os aseguro que se tirita leyendo este libro.

Yo, en pleno agosto, incluso tuve la tentación de enfundarme un jersey de cuello vuelto. Leedlo antes de las primeras heladas.



Si queréis ver el vídeo de la segunda parte de este programa (06/10/2010), pinchad aquí.

Alexandre Dumas (hijo), La dama de las camelias


Inauguración de la temporada 2010-2011 con un clásico de la literatura francesa y, sobre todo, con una gran historia de amor. Para empezar con buen pie tras las vacaciones, que ya llegarán los asesinatos y los personajes despreciables, las tramas inquietantes. Eso os lo garantizo.

Alexandre Dumas (1824-1895) vivió a la sombra de su gran padre (y lo de grande lo digo en todos los sentidos), pero con su novela La dama de las camelias el hijo mató al padre, o al menos logró algo que todos los escritores de verdad desean: desaparecer detrás de su obra. Todos los que hemos leído La dama de las camelias, nos imaginamos a Marguerite Gautier caminando por los Campos Elíseos (o a la “Traviata” Violeta Valéry en la casa de campo junto a su Alfredo, que tanto monta) y hemos olvidado al genio creador. ¡Qué gran premio!

Que nos sintamos conmovidos por los amores trágicos de Marguerite Gautier y Armand Duval, en algo más de doscientas páginas, no deja de ser magistral. No lo logran algunos venerados “tochos” amorosos en quinientas. La novela está plagada de ingredientes que funcionan: la tuberculosis que aqueja a la heroína, la oposición del padre, el sacrificio y los celos, el cariño sincero de los jóvenes con el que el lector empatiza a la primera de cambio.

Cenicienta moral con final infeliz: los enamorados no comen perdices sino que acaban desapareciendo tras la bruma de un cementerio parisino, pudiera ser Montmatre. De vez en cuando no viene mal una dosis de romanticismo, ¿no?


Si queréis ver el vídeo de la primera parte de este programa (06/10/2010), pinchad aquí.